La vida transcurre para todos con algunos ritmos marcados por ciclos, que se dan tanto en nuestro interior, como en el macrocosmos de nuestro sistema solar. La fecha del 25 de diciembre como actividad de Jesús, fue proclamada por el emperador romano Constantino I (el grande) haciéndola coincidir con la celebración del Sol Invictus que se celebraba con anterioridad a que el imperio romano adoptara el cristianismo. De igual forma hizo coincidir la fiesta de S. Juan con fechas próximas al solsticio de verano.
Los romanos hicieron una adaptación del cristianismo a sus intereses, lo que tergiverso algunas ideas cuyo significado simbólico más profundo es difícil de alcanzar sin ayuda. La mayoría de la gente lo considera un ritual anodino enfocado en el consumismo convirtiéndose en una rutina vacía de un significado profundo.
En estas fechas próximas al solsticio de invierno en este hemisferio norte del planeta, las noches son las más largas del año. Es en la profunda oscuridad de la tierra que se plantan las semillas que con el tiempo germinarán y crecerán convirtiéndose en grandes árboles.
Análogamente, estos periodos de oscuridad son propicios para la introversión con el análisis de lo que se esta haciendo en la vida para cumplir con el proyecto de vida que vamos construyendo y el grado de satisfacción obtenido.
Es momento de arrancar malas hierbas y sembrar ideas, para alcanzar objetivos que tiendan a hacer confluir nuestro proyecto en la vida con nuestro propósito en la vida. Los proyectos de vida se buscan, los propósitos se descubren. Descubrir las claves para interpretar el simbolismo de la Navidad, es una valiosa herramienta que nos permite descubrirnos.